"Lo que confundimos con el comienzo es solo el momento en que entendemos que las cosas han cambiado." - Fernanda Trías.
Hola, ¿cómo está? Ojalá esta entrada lo encuentre bien, disfrutando del solecito o del frío, según sea el caso... Le cuento que esta novela me hizo sentir eso: frío, mucho frío, y un calor casi asfixiante.
En las entrevistas y reseñas se insiste mucho en que Mugre rosa, de Fernanda Trías, describió la pandemia antes de que ocurriera. Cómo el ambiente externo refleja el desvanecimiento de ese mundo interno de la mujer
que relata la historia, de la cual no conocemos el nombre. La narradora, en primera persona, cuenta el cuidado de un niño que no es suyo pero que sufre de un hambre voraz, el intento de romper el vínculo con su exesposo, que está hospitalizado por alguna enfermedad post-apocalíptica, y la compleja relación con su madre. Quisiera concentrarme en contarle esa transformación de los vínculos, que fue lo que más me impactó de la obra.
Me tomó un mes procesarlo, quizás porque describía con exactitud las emociones por las que yo transitaba, entender y digerir esos momentos de la vida que son finales y a la vez comienzos. Los entremedios poéticos me llegaron a la yugular. Están intercalados en el texto y, por sí mismos, ya serían un conjunto si se les lee por separado.
Aquí le comparto un par que se me clavaron en el alma:
"¿Dónde está?
Lejos.
¿Entonces por qué puede oírme?"
"Todo tiene un borde: el océano también lo cerca
el continente.
¿Un borde es la frontera de sí mismo?
Un borde es el comienzo de otro borde.
¿Y cuál sería el borde de la distancia?
El punto más cercano entre dos cosas.
¿Y el borde de la mente?
El olvido."
Tan poético, dramático y con una escritura esculpida con mucha delicadeza. Los ritmos cambian de temporalidad, a veces en presente, a veces pasan al futuro cercano. Es difícil leerlo rápido porque atrapa en ese ritmo, porque así como en el fragmento que le comparto, los cambios se dan de manera sutil, sin que nos demos cuenta, hasta que todo cambia.
Finalmente, el libro me dejó esperanza. La protagonista entiende, acepta la realidad como es, supera la melancolía y la quietud de esos vínculos que no iban a cambiar, ya sea con su exesposo o con su madre, y con mucha expectativa se lanza a la aventura, a la acción. Aprende que su vínculo con ese niño voraz le permite el cuidado sin el apego, que es posible construir relaciones que no estén basadas en la necesidad de poseer.
Me quedo con esa sensación de poesía que acompasa los tránsitos. No es necesario que haya una pandemia o un gran evento disruptivo para detenerse a observar y descubrir, como en el Arcano de La Torre en el Tarot, que ya no hay un lugar al que volver, y que lo único posible es saltar al vacío y confiar en las redes que nos sostienen, que sobre todo son nuestra confianza interna.
No sé si todo esto le haga sentido, pero me dejó una sensación difusa y compleja en mi mente. Si lo lee o ya lo leyó, cuénteme qué le produjo la lectura.
Abrazo nuboso.
Cata
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